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Flor de Ceibo: Flor Nacional de la República Argentina |
Cuenta
la leyenda que en la tribu guaraní que habitaba sobre el Río Paraná,(hoy provincia de Corrientes) existía
una joven princesa muy intrépida y audaz llamada Anahí y aunque no era muy
bella, sí era dueña de una voz dulce y melodiosa y por esa razón hacía honor a
su nombre ya que Anahí significa la de la voz del pájaro en la lengua guaraní.
Anahí
tenía muchos pretendientes, algunos la querían de verdad pero otros sólo
buscaban heredar el título de su padre, el cacique de la tribu. Pero Anahí sólo
quería ser libre y cantar como los pájaros.
Un
día hubo preparativos de guerra y le preguntó a su padre que ocurría:
-Tenemos
que protegernos hija, por el río se acercan hombres extraños con armas que
escupen fuego-.
Aquellos
“hombres extraños” eran los conquistadores españoles, y su padre el cacique les
había declarado la guerra para defender a su pueblo y a sus tierras.
La
lucha fue sangrienta, muchos guaraníes murieron , entre ellos el padre de
Anahí, el gran Cacique.
El
consejero de la tribu se acercó a Anahí y le dijo:
-Grande es tu dolor pero mi pena es aún más grande- aseguró-N
tienes marido, ni hijo; no habrá entonces un nuevo cacique para quiar a nuestro
pueblo. Y, cuando debemos estar más unidos que nunca la gente se dividirá siguiendo
a unos y a otros.
Anahí
pasó la noche desvelada pensando en las palabras del consejero. A la mañana
siguiente, anunció a todos su decisión:
-Es verdad, alguien debe guiar al pueblo,
y lo haré yo, desde hoy, yo seré el nuevo cacique-.
Desde
ese momento la lucha tomó otro rumbo.
Los
guerreros guaraníes, a las órdenes de la mujer cacique, utilizaron estrategias
más inteligentes y atrajeron a los invasores hasta lo más espeso de la selva
para dejarlos allí, perdidos, a merced de las fieras.
Pero
los enemigos volvían siempre a la carga, Entonces Anahí, para terminar con esa
pesadilla, pensó atacar directamente al comandante.
Una
noche se acercó sola al campamento, flecha en mano, sigilosa como un gato
montés. Por desgracia, un centinela la descubrió y fue tomada prisionera.
El
comandante no dudó en condenar a muerte a la mujer cacique. Y, para escarmiento
de los guaraníes, ordenó que muriera en una hoguera, al pie de un árbol de la
selva.
Cumplieron
la orden pero, cuando el fuego empezó a arder, ocurrió algo sorprendente. Las
llamas y el cuerpo de Anahí se fundieron hasta desaparecer entre las ramas del árbol y así reaparecer transformados en brillantes flores rojas, desconocidas hasta
entonces.
Los
españoles, ante el milagro ocurrido huyeron aterrados del lugar mientras que los guaraníes que
habían visto todo escondidos en la selva, se acercaron al árbol con
reverencia.
Comprendieron
entonces que la valiente mujer ya era parte de la naturaleza y parte de su
tierra.
Una
de las ancianas de la tribu dijo lo que todos sentían:
- Ganemos o perdamos esta
guerra, nuestra raza vivirá por siempre, con Anahí, en el espíritu de la tierra.
Desde
aquel día, la leyenda perdura y, año tras año, Anahí se asoma en esa flor roja
como la sangre: la flor del Ceibo.