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Entretanto proseguía la
dramática lucha, en la que el aborigen arriesgaba su vida. En el momento culminante,
el yaguareté se arrojó de un salto sobre su enemigo. Pero el aborigen, rápido
como el pensamiento, se agazapó esquivando así el golpe, y en el momento en el
que el tigre pasaba le clavó el cuchillo
en el corazón.
La bestia cayó fulminada,
dando un rugido atronador que resonó en los ámbitos de la selva. El indio
triunfador buscó a las doncellas salvadas y se sorprendió al no encontrarlas.
La noche lo sorprendió sin
poder salir del bosque; para ponerse a salvo de las feroces bestias se trepó a
un árbol para dormir. En sueños se le apareció la diosa Luna que le agradeció
su acción y le dijo que: como recuerdo de aquella hazaña nacería una planta
hermosa y útil en el mismo lugar donde él había luchado con el yaguareté. Al
despertar, vio que en efecto, había allí una alta y hermosa planta: Caa, la
yerba, la bebida que reconforta y alimenta. Caá la llaman los aborígenes
guaraníes, Ilex paraguayencis, los botánicos; yerba mate o , simplemente yerba
el pueblo.
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